Los ojos del desierto
Al sur
En un pequeño poblado en el norte de Tataouine, al sur de Túnez, nada al este, menos al oeste, se encuentra Ras El Oud. Esta zona es conocida en su mayoría por los escenarios de las películas de la saga Star Wars, pero culturalmente tiene mucho más que ofrecer.
Los nativos de Tataouine y del Magreb son los amazigh, término que quiere decir “pueblo libre”. También conocidos como beréberes, esta palabra es rechazada por muchos a cuenta de su origen: bárbaros, salvajes.
Su cultura es una de las más antiguas en el país y su dialecto del tamazight, el shilha, se está perdiendo poco a poco. De acuerdo a estudios realizados por National Geographic, los amazigh representan el 88% de la población de Túnez. Sin embargo, esta identidad es ocultada y oprimida por el gobierno debido a ideologías islámicas.
Hoy, los amazigh están haciendo todo lo posible para restablecer y preservar su identidad.
Su infancia
Fatma Talbi, emprendedora y artesana es amazigh.
Originaria de Douiret, llegó al pueblo de Ras El Oud con menos de un año. “Mi padre se murió y mi madre nos trajo aquí para comenzar desde cero. Crecí sola con mi hermana y con mi madre, que tuvo que ser madre y padre, y trabajaba con un agricultor que posteriormente nos compraría una casa”.
Fatma solo llegó al grado sexto de la educación primaria, por eso está tan orgullosa de su último proyecto que celebra la cultura amazigh.
Tadarromt Home es una casa bed&breakfast y tienda de artesanía en Ras El Oud. La idea fue inspirada por su primo Raouf Talbi, dueño de una pensión llamada Chez Raouf en Douiret. Fatma trabajaba para él haciendo artesanía mientras aprendía cómo manejar un negocio. Durante la pandemia, decidió utilizar su aprendizaje para montar una empresa propia. El 9 de diciembre de 2020, abrió Tadarromt Home. A través de este proyecto, Fatma busca compartir su cultura con turistas para que conozcan la cara oculta de Túnez. Más que un lugar donde dormir, una experiencia inmersiva en la cultura y el día a día amazigh.
En un ambiente fuerte
“Comienzo mi día levantándome temprano por la mañana para alimentar a las ovejas, desayuno con mi madre y mi hermana y después trabajo en el telar. Vendo algunas telas y otras las guardo para decorar mi casa. Suelen venir muchos visitantes a comprar artesanías al hospedarse. Vienen de todas partes del mundo”.
Fatma considera que las mujeres amazigh son muy valientes y por eso logró montar su negocio. Igual que su madre, luchó sola y nunca se rindió. El choque cultural va más allá de los orígenes y creencias, la lengua y el territorio: al contrario que las mujeres de la capital tunecina, que en su mayoría trabajan fuera de casa, la mujer amazigh se mantiene encerrada para ocuparse del hogar.
“Aquí la naturaleza y el ambiente es bastante fuerte. Dependemos de nosotras mismas en todo. Nuestros estilos de vida son completamente distintos al del resto de mujeres árabes del país”.
En su día a día, suele trabajar sola o con su hermana. Si llegan más turistas, solicita más ayuda pero todo es de acuerdo a la temporada. Aunque el turismo ha disminuido debido a la situación política, no se detiene.
“En un futuro pienso ampliar mi tienda de artesanía y quiero los extranjeros sepan que pueden encontrar una cultura y experiencia auténtica aquí, en Ras el Oud. Túnez es un país precioso, el sur está por descubrir y yo estoy dispuesta a que vengan a descubrirlo en mi hogar”. La cultura amazigh está viva.
Para Fatma, es importante que los viajeros conecten con las personas del país. No se puede conocer Túnez sin conocer a los amazigh, así como tampoco se puede conocer este país sin conocer a su mujer.
“La mujer tunecina representa todo. Es un verdadero ser femenino: fuerza, valentía y belleza. Es un todo”, dice Fatma, y entonces todo cobra sentido en su casa.