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Hammamet

Sonia Bassoumi

Fotografía: ADRIÁN ROQUE

Manos apasionadas

A orillas del mediterráneo magrebí, se erige Hammamet, unas de las ciudades más importantes de Túnez. En sus playas turquesas y su pequeña pero imponente Medina, los turistas intentan descifrar el alma de un pueblo que conserva una gran riqueza cultural y tradiciones ancestrales que lo hacen único. Aquí nació y vive Sonia Bassoumi, reconocida en su comunidad por su gran talento y pasión para confeccionar vestidos de boda tradicionales que han lucido la mayoría de las novias de la localidad. Sus confecciones resaltan la fortaleza y el amor incondicional de la mujer tunecina. 

Pasión

A veces los alfileres que tejen vestidos son los mismos que cosen heridas. A veces (solo a veces) las heridas que han sido cosidas con hilos de oro se ven tan hermosas que cuesta preguntar por ellas. Y otras muchas veces son nuestras pasiones las que consiguen sacarnos adelante. 

 

Sonia es una mujer apasionada, por eso aprendió a confeccionar vestidos tradicionales de boda, un arte que no tiene escuela en Túnez, sino que se transmite de generación en generación. Su familia, por el contrario, no provenía de esta tradición. Su amor por las telas la impulsaron a convencer a los 19 años a su vecina para que fuera su maestra y fue su perseverancia lo que la convirtió en una experta de este arduo trabajo artístico. “Durante un año, iba cada tarde a aprender la técnica. Por aquel entonces lo aprendí por emoción, no pensé que sería mi medio de subsistencia hoy”, rememora Sonia. 

 

Los vestidos de novia tradicionales son distintos en cada región tunecina, sin duda hermosos todos. Sin embargo, podría asegurar, que el traje de Hammanet es el más hermoso, elegante y laborioso de todos. Su confección tarda tres meses como mínimo, con jornadas de hasta 12 horas intensas de trabajo. Aunque puede tener diversas tonalidades, el color base y predominante es el dorado. El bordado se realiza con hilos de oro (lo que más encarece el traje), es por eso que la novia debe llevar sus materiales de acuerdo con el diseño que elija y Sonia solo cobra por la mano de obra, el tiempo que tarda en confeccionarse y el nivel de detalle que tienen sus piezas. La calidad y la durabilidad es importante porque, aunque se utilice por primera vez en la boda, después se convierte en traje de gala de por vida para la mujer de Hammamet. Una herencia, en el mejor de los casos, que las familias no dudan en pagar con gran esfuerzo para que cada mujer tenga su vestido. Un símbolo de status quo en la zona.

 

La boda tunecina dura una semana completa, pero la vestimenta tradicional confeccionada por Sonia se utiliza únicamente el día más importante: en la unión de ambas familias. Sonia se enorgullece de ser parte de ese momento, con un brillo en la mirada que ilumina su cara de felicidad genuina, dice que al ver a los novios se siente satisfecha. “Ellos son felices y yo tengo un empleo que me permite manejar con libertad mis tiempos y ser independiente económicamente”.

Amor

El amor por el arte es solo comparable al amor que profesaba cuando estaba enamorada. Aún lo está. Se casó pronto, ella misma confeccionó su vestido de novia, arte que tras ese día dejó de lado. Elaboraba vestidos de novia solo para su entorno cercano, muy de cuando en cuando, en medida que el tiempo se lo permitía, su familia se convirtió en su prioridad. Para completar la felicidad de su hogar llegaron tres hijos varones. Durante años fue feliz, o todo lo feliz que puede llegar a ser alguien entre el ajetreo de la crianza de sus hijos, los quehaceres domésticos y la voluntad de agrado y amor al prójimo. Pero la vida no es un hilo de oro irrompible, a veces la confección no es como esperamos, o el patrón trae curvas sinuosas que no comprendemos. Hace siete años, Sonia quedó viuda. 

 

No te conoces a fondo hasta que la vida no te pone entre las cuerdas. Los platos tenían que seguir llenos en la mesa, seguían habiendo tres niños correteando por las habitaciones de casa, el frutero seguía vendiendo fruta, la playa rebosaba de turistas y el sol salía y se ponía, el gallo que cantaba el inicio del día, el calor, el sudor, la mezquita y su melodía. Cuando uno pierde a un ser querido se da cuenta de que, al día siguiente, va a volverse a hacer de día. Mientras te sumes en la pena, el mundo sigue despertando para ir a trabajar, comer por aquí, discutir más allá, si acaso una guerra inmotivada, algún concierto por la paz… Sonia tuvo que demostrar de qué material estaba hecha entonces, aunque los que la rodeaban no lo dudasen, se lo tuvo que auto-demostrar. 

 

El Estado la ayudó solo una vez, un bono pequeño, que no duró mucho. Su familia y la de su esposo también la apoyaron, lo hacen hasta hoy, en la medida de sus posibilidades. Consciente de que ellos tienen sus propias vidas y que quien debía velar por sus hijos era ella, decidió confeccionar vestidos de novia como trabajo principal. «Sé que no cubriré por completo la falta que les hace su padre, pero me esfuerzo a diario para que no sufran carencias económicas ni emocionales. Por eso amo y valoro mi trabajo, me permite estar cerca de ellos y darles una vida digna», expresa Sonia. 

 

El trajín diario es duro pero muy satisfactorio. Ella no puede permitirse que exista el cansancio, tiene un objetivo claro: hacer de sus hijos hombres respetables que contribuyan al desarrollo de su comunidad. "Quiero que tengan hogares felices como el mío, que traten bien a sus mujeres, que sean como fue su padre", suspira y se traga alguna lágrima tímida que pretende escapar. Sonia pagó su amor con amor, y es muy enfática en señalar que para construir una buena relación es fundamental la comunicación, el respeto y la confianza». 

 

Todas las mujeres son luchadoras. Las madres, guerreras. Para los hijos, ellas son el refugio del que muchas veces solemos abusar, pero para ellas somos la fuente de motivación para seguir adelante a pesar de toda dificultad. Mi madre también trabajó mucho, pero fuera de casa, solía decir que a mi edad la entendería, pero soy consciente que aprovechaba cualquier ocasión para reclamar su ausencia. Aquel día Sonia me enseñó su oficio, sus agujas, sus hilos... y me cosió la herida.

 

Como despedida quise preguntarle algo que tenía en el tintero desde que me abrió su puerta: ¿qué sueño tiene ella para sí misma?

 

Solo entonces sus lágrimas dejaron de ser tímidas. No tenía ni idea. "No me había hecho antes esa pregunta, ¿qué sueño tengo para mi vida?", se preguntó enjugándose.

 

–No tengo idea, no me quedan sueños para mí. Como cualquier madre, mi prioridad son mis hijos ahora, sueño con que sean buenos hombres, buenos maridos, buenos padres. Que sean buenas personas.

 

Al oírla, imaginé las veces que mamá habrá llorado en silencio, dejando de lado sus sueños, y yo, desde mi egoísmo, solo sabía quejarme. Nos abrazamos. Abracé a mamá a través de ella a miles de kilómetros de distancia, y por fin comprendí la fortaleza y el amor incondicional que tienen las madres de todo el mundo. Sonia era la voz de Hammamet, pero era la voz de cualquier madre.

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Dignidad

Sonia, se mantiene firme a pesar de las dificultades que día a día atraviesa. A primera vista parece frágil, pero cuando observas con atención su semblante transmite ternura y fortaleza. Para ella, agachar la cabeza no es una opción, «la dignidad es el principal valor de la mujer». Trabajé desde casa, en una oficina o cualquier lugar, toda mujer con esfuerzo siempre saldrá adelante. Ella resalta que «las mujeres tunecinas son perseverantes, laboriosas y ambiciosas. Cuando ven una puerta cerrada la abren, si no hay puertas abre un hoyo en la pared para llegar a su meta». 

Sonia se siente en paz, considera que «cada ser humano debe tener ciertas lecciones para trasmitir el mensaje que vino a dar a este mundo». «La fe, la paciencia y el trabajo arduo me mantiene fuerte, estoy conforme con mi vida y agradecida con Dios por lo que tengo», subraya. 

He tenido que cruzar el océano para comprender el amor de una madre y entender de dónde proviene su fortaleza. Lo he visto mirando a los ojos de Sonia Bassoumi y lo he sentido en su abrazo cálido. Me ha encargado que cuide a mi madre, así lo haré. A ella la llevaré en el corazón para siempre.

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