Una pionera feminista
Túnez
Nozha Sekik
Por: NOEMÍ OBREGÓN
En el centro de la ciudad de Túnez, exactamente en la Medina, declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO en 1979, vive Nozha Sekik.Una mujer apasionada por la antropología que dedicó su vida a la investigación del patrimonio cultural de su país, al movimiento feminista tunecino y a la reivindicación de la mujer rural.
La lucha por la igualdad de las mujeres ha sido y es uno de los grandes retos de Túnez. Contrario a lo que se cree, los precursores míticos han sido varones: el pensador, Tahar Haddad y Habib Burguiba, primer gobernante, tras la independencia del país. El primero, en su obra Nuestra mujer en la legislación islámica y la sociedad (1930), promovió la educación y emancipación jurídica y social de las mujeres planteando reformas como la eliminación de la poligamia y la elección libre de esposo. El segundo, en 1956, materializó las ideas de Haddad al considerarlas como base del Código del estatuto personal, un documento legal que norma la igualdad entre hombres y mujeres en Túnez.
Aunque los precursores de la lucha feminista han sido varones (o quizás por serlo han sido más reconocidos) no quiere decir que las mujeres no hayan peleado. Tewhida Ben Sheikh (1909) es una las figuras icónicas de sus reivindicaciones. Ella fue la primera médico del país, pionera de la promoción de la salud sexual, facilitó el acceso a métodos anticonceptivos y el aborto. Reconocida póstumamente, en el 2020, fue la primera mujer en un billete tunecino.
Una revolución clandestina
Haddad, Burguiba y Ben Sheikh, fueron el faro de la corriente feminista que surgió en la ciudad de Túnez, y se consolidó con la creación formal de la Asociación Tunecina de Mujeres Demócratas. Precisamente, este movimiento nació en el corazón de la Medina y una de sus protagonistas fue Nozha Sekik, en ese entonces estudiante de antropología. “El movimiento feminista en Túnez comenzó en 1980. La sede fue el club Dar el Haddad, un centro cultural con el nombre del pensador que escribió el primer libro de la condición de la mujer tunecina. Nosotras ya debatíamos algunos temas en la universidad, pero necesitábamos un espacio para reunirnos y este fue el lugar ideal. En aquel momento la directora solo nos una frase: haced mucho ruido. Aunque tratamos de ser discretas e íbamos con nuestros niños para ocultar el objetivo de nuestras conversaciones, todo el mundo en la Medina se enteró que hablábamos de una revolución. Cuando el ministro se enteró de nuestras reuniones, llamó a la directora para preguntar quiénes éramos. Por toda respuesta le dijo que éramos mujeres aburridas que íbamos a chismorrear. Eso calmó a las autoridades, pero las reuniones cobraban cada vez más fuerza y el movimiento crecía”.
La primera chispa
Al inicio éramos un grupo de reflexión. Pero cuando en 1987 llegó al poder el primer ministro Ben Ali nos tocó pasar a la acción. Él quería volver a legalizar la poligamia. Esa fue la primera vez que organizamos una manifestación en las calles, rodeadas de varios amigos para protegernos. La policía, por ley, no podía ejercer violencia contra nosotras, y en su frustración nos decían “váyanse a ocuparse de sus niños y a preparar la cena”.
Entrevista
P: ¿Qué cambios trajo la constitución de la asociación?
R: No fue tan fácil evocar cambios porque después que nos convertimos en asociación, Ben Ali dio vuelta atrás, al darse cuenta de que una organización oficial de mujeres era parte del gobierno y éramos la oposición. Intervino nuestras reuniones y manifestaciones. Como era de esperarse envió a la policía a desalojarnos del Club Dar el Haddad y presionó a propietarios de los locales para evitar que nos alquilen espacios para nuestras concentraciones. Fue bastante feroz, incluso cuando las ONGs nos enviaban ayuda financiera, bloqueaba el dinero en el banco central, a pesar de eso, sobrevivimos. No podía prohibir lo que estábamos haciendo porque éramos una organización histórica, prueba de ello es que, tras 34 años, la asociación hoy está más vigente que nunca.
P: ¿Tu familia era consciente de lo que estabas haciendo? ¿Te prohibieron participar?
R: Al principio no les gustaba que participe porque esta idea era mal vista por los rumores que la sociedad decía sobre nosotras: que éramos mujeres libres y pues entonces, fáciles. Que éramos divorciadas buscando marido. Pero luego sí me apoyó mi madre. Ella nunca fue a la escuela, era analfabeta. Entonces yo le explicaba que era necesario que la mujer tenga los mismos derechos que el hombre, que era necesario prevenir la violencia, que era necesario que la mujer tenga el derecho de denunciar, que tenga el derecho de estudiar. ¿Quién le puede decir no a esto? sobre todo una mujer.
Mujer rural, patrimonio cultural
Sin dejar de lado el movimiento feminista, desde su gran pasión, la antropología, Nozha dedicó su vida a la investigación del patrimonio cultural de Túnez y a la reivindicación de la mujer rural.
Desarrolló diversas investigaciones sobre los conocimientos ancestrales de la mujer rural en la elaboración de artesanías, en especial de la cerámica. Dentro de sus publicaciones más importantes se encuentra Les potières de Sejnane. Des Femmes et un savoir faire (2007) y La poterie modelee en Tunisie, un patrimoine ancestral (2009). Su arduo trabajo logró el reconocimiento de las mujeres rurales tunecinas a nivel mundial. En el 2018, los “conocimientos y técnicas de alfarería de las mujeres de Sejnane” así como las propias mujeres fueron declarados Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad de la UNESCO.
Nozha cosnidera que: “las mujeres, a pesar de soportar presiones de toda clase, son las conservadoras del saber y las destrezas tradicionales”. Asimismo, destaca que “el reconocimiento de las alfareras de Sejnane, hace que el artesanado tunecino sea famoso y, por lo tanto, las convierte en una parte importante de la memoria colectiva de una población joven, y no tan joven, en busca de su identidad”.
A Nozha Sekik no le gustan las cámaras, a pesar de su largo andar, ella prefiere trabajar en silencio, como las hormigas. Tras varios años como investigadora principal del Instituto Nacional del Patrimonio de Túnez, hoy está jubilada, pero no ha dejado de trabajar. La investigación y la lucha femenina jamás se irán de su alma.